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Cuando la magia empieza a agotarse

magia se agota

La seducción no es un hechizo, es un “encantamiento”:

Durante el proceso de seducción no somos nuestro “yo normal”.

Realzamos nuestra presencia, representamos más de un papel y escondemos estratégicamente nuestras inseguridades y nuestros miedos.

Bajo ese hechizo la persona seducida puede verse transportada fuera del mundo del trabajo y de la responsabilidad ,mantener esta excitación en el tiempo tanto como podamos eleva la tensión, estimulando la emoción por compartir una bella historia .

Con el tiempo será casi inevitable que surja “el desencanto”.

A la liberación de tensión le sucede un descenso de excitación y energía que puede verse en nosotros o en la víctima aun cuando lo que está pasando sea completamente natural .

Si esto sucediera nos tocaría ocuparnos de la realidad y no de la fantasía con tácticas para evitar este efecto secundario:

Combatiendo la inercia: Para desencantar a las víctimas es suficiente con que sientan que cada vez uno se esfuerza menos.

Centremos en ellas nuestra atención combatiendo la tendencia a dejar que las cosas acaben en rutina y en comodidad.

Sólo la estrategia y el esfuerzo vencerán la inercia.

Conservando el misterio: La familiaridad es la muerte de la seducción.

La realidad no es seductora y sin una pizca de incógnita se disuelve la tensión erótica.

Mantengamos algún rincón oscuro, utilizemos algunas ausencias para resquebrajar el apego…

Manteniendo la frivolidad: La seducción es un juego, no un asunto de vida o muerte. Debemos evitar controlar a la otra persona con sermones y quejas y mantener una actitud jovial con pequeños trucos para complacerla y deleitarla indulgentemente.

Jamás debemos intentar cambiar a la persona deseada sino inducir a que siga nuestra guía.

Cuando el final es inevitable :

Una vez que nos sintamos desencantados y sepamos que ya no hay nada, lo mejor es poner punto y final sin pedir una disculpa pero si con afecto y respeto.Una separación rápida suele ser más rápida de superar, que esperar a que se consuma la relación y nos resulte incomoda.

No prosigamos jamás por una falsa lástima. Es más compasivo efectuar una ruptura a tiempo.